En el largo y apasionante camino de la vida y del saber es necesario cierta "inclinación" o "desviación" que permita moverse en otras direcciones a la establecida por el sistema. Solo así seremos libres para encontrarnos a nosotros mismos y a los demás.
lunes, 29 de diciembre de 2014
LA SABIDURÍA DE ARISTÓTELES
Otro gran sabio de la Antigüedad que merece ser rescatado por sus magníficas enseñanzas es Aristóteles. Como sabéis, fue un macedonio del s. IV a.C. que después de estudiar durante casi 20 años en la Academia de Platón, fue el profesor particular de Alejandro Magno (se dice que le instruyó en el arte de la guerra) y formó escuela propia, el Liceo, donde impartía sus clases paseando por el patio interior de la Escuela (de ahí el nombre de “peripatéticos”, de “peri”, alrededor de, y “patos”, patio).
Este gran filósofo-científico tocó muchos “palos”, pues elaboró profundos estudios de Lógica, Física, Metafísica… pero me centraré únicamente en su Ética y Política, por ser las ramas más prácticas y útiles para andar el camino de la vida en el que estamos.
En mi afán de no resultar pesada, me centraré sólo en algunas de sus muchas ideas interesantes. La primera es la de que nuestro Fin Último y Bien Supremo es la Felicidad, pues es lo que todos buscamos alcanzar en la vida. Pongamos un ejemplo: Si le preguntamos a un adolescente por qué estudia, puede respondernos muchas cosas: “porque quiero aprobar”, “porque quiero sacar la nota necesaria para entrar en tal carrera”, “porque así me regalan una moto”, etc. Pero ninguna de estas respuestas es concluyente, por lo que si nuevamente le preguntamos ¿por qué quieres aprobar, o sacar la nota necesaria para estudiar esa carrera, o que te regalen una moto?, él nos responderá posiblemente cosas como: “porque así podré trabajar el día de mañana en algo que me guste y ganar dinero”, o “porque así puedo fardar con los colegas”… Da igual lo que responda, el caso es que tampoco estas segundas respuestas son decisivas, pues podemos seguir planteándole el porqué de tales afirmaciones: ¿Por qué quieres trabajar en algo que te guste y te reporte dinero? o ¿por qué quieres fardar con los amigos?. Ante estas nuevas preguntas, posiblemente la primera reacción sea de asombro, pero si se esfuerza en pensarlas, se dará cuenta de que en el fondo quiere todo eso para sentirse bien, o lo que es lo mismo, para ser feliz. Únicamente ante esta respuesta no caben más porqués, pues no tiene sentido preguntarle a alguien ¿Por qué quieres ser feliz? No hay un fin posterior a la Felicidad y eso es exactamente lo que nos quería decir el maestro Aristóteles. Ya se dio cuenta este pensador de que cosas buenas hay muchas (el dinero, la salud, la familia, la amistad, el amor…), pero todas ellas son consideradas buenas no por sí mismas, sino porque nos ayudan a alcanzar el único Bien Supremo que todos deseamos: la Felicidad. Nadie sensato elegiría ser rico si supiera que su riqueza le va a hacer infeliz, sino que preferiría una vida feliz, aunque no fuera necesariamente rica en bienes materiales. Creo que este planteamiento es importante en los tiempos que corren, dónde se sobrevalora lo material y se piensa que la felicidad está en poseer muchas cosas. Si esto fuese verdad, no habría tantos casos de gente que aparentemente "lo tiene todo" (dinero, fama, belleza…) y que acaba sufriendo mucho en la vida.
Una vez aclarada la idea aristotélica de que la Felicidad es el Fin último y el Bien Supremo, cabría plantearse una pregunta clave: ¿cómo conseguirla? Según Aristóteles, dicha felicidad radica en la perfección de nuestra naturaleza. Y como somos animales racionales y con capacidad de voluntad propia, el filósofo nos habla de que para alcanzar la felicidad tenemos que ejercitar nuestra mente y nuestra voluntad. Eso sólo se logra “formándose”, es decir, estudiando para desarrollar nuestra inteligencia y adquiriendo buenos hábitos con fuerza de voluntad. Y es que este sabio ya se daba cuenta de que no basta con entender lo que nos conviene, sino que hay que tener la fuerza de voluntad suficiente para llevarlo a la práctica. ¡Cuántas personas arruinan su vida hoy por no tener fuerza de voluntad! De nada le sirve a un diabético entender que debe llevar un control, si no es capaz de resistirse cada vez que pasa por delante de una pastelería. Lo mismo le pasa al adolescente que tontea con las drogas, que en muchos casos entiende perfectamente que la droga le puede matar, pero no es capaz de resistirse a ella.
Sin duda, tenía razón Aristóteles al poner el acento en la voluntad, pues de ella depende nuestro éxito en la vida. ¡Importante lección esta para la sociedad actual, que no destaca por una cultura del esfuerzo y de la voluntad y así les va a muchos! La inteligencia no es sólo un alto coeficiente en los test psicológicos, sino saber aplicarla a la vida en las cosas importantes. Sólo así nos formaremos hábitos positivos (virtudes) que nos ayudarán a alcanzar la felicidad (Aristóteles ya nos advierte que los “hábitos negativos” o lo que es lo mismo, los “vicios”, nos alejan de ella).
Es por esto por lo que según Aristóteles, la felicidad se identifica con la virtud, y define esta como el término medio entre dos extremos, uno que se queda corto y otro que se pasa de largo, es decir, uno que peca de defecto o “falta de” y otro que peca de exceso. Así, por ejemplo, la virtud de la valentía (ser valiente) consiste en el término medio entre la cobardía (extremo que se queda corto) y la osadía o temeridad (extremo que se pasa). ¡Y es que efectivamente, una cosa es ser valiente y otra muy distinta ser temerario! Vemos como esta idea aristotélica nos invita a ser prudentes, y a no sostener posturas extremas. ¿No creéis que el mundo de hoy iría mejor si se siguiera esta premisa?
Y por último, destacar la idea de Aristóteles de que la Política es la Ciencia práctica más eminente, pues tiene una finalidad muy noble: alcanzar el Bien Común, es decir, el Bien de todos. Este objetivo le servirá al filósofo de criterio legitimador de las formas de gobierno, es decir, que para saber si un gobierno es correcto o no, hay que mirar si busca el Bien Común o por el contrario, sólo pretende el Bien particular de algunos. Esta idea que parece que hoy los políticos han olvidado, es clave para no caer en una forma política corrupta, en la que sólo se llenan los bolsillos unos cuantos y otros se las ven y se las desean para seguir adelante. Creo que recordar esta concepción aristotélica de lo que en realidad es la esencia de la Política es importante para recuperar lo que esta “debería ser”, y evitar el desprestigio en el que ha caído esta ciencia tan antigua y noble, que no tiene la culpa de que haya políticos que la practiquen de modo inadecuado.
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